JULIA OTXOA - "Carpetas" y otros microrrelatos

LA FUERZA DEL DESTINO
Julia Otxoa

   El perro riñe al gato, el gato al ratón, el ratón a la musaraña, la musaraña a la araña, la araña a la mosca, la mosca a la hormiga, la hormiga a la pulga, pero la pulga, como es tan pequeña, no tiene nadie más pequeño a quien reñir, así que, indignada, prepara la revolución para derrocar al perro.



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CANCIÓN DE CUNA
Julia Otxoa

   De noche, acostada en mi cama, poco antes de entrar dulcemente en el sueño, me gusta escuchar las sirenas de los grandes barcos deslizándose por el mar, saludándose entre ellos o anunciando su entrada a puerto, como sereno lenguaje de entrecruzadas luces y sonidos  a través de la oscuridad. Lenguaje cuyos códigos desconozco, pero cuya melodía  llena mi ánimo de paz. Conocer que la ciudad donde vivo nunca tuvo mar, no disminuye un ápice cuanto siento.

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DECORADOS
Julia Otxoa

  
   En aquellos días, los desesperados, que eran los más, se arrojaban de ventanas y balcones, ante la inminente llegada del juez, que por impago de sus hipotecadas casas, ejecutaba de inmediato su desahucio.
   De este modo, la justicia para hacer cumplir la ley caminaba sobre cadáveres, en una ciudad de aspecto lunar en la que la autoridad había dado orden de colocar maniquíes en las terrazas de las cafeterías y en las butacas de cines y teatros para lograr un cierto aire de normalidad, una vaga sensación de regreso a los luminosos días del pasado y la abundancia..

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RUEDA DE PRENSA EN LA BIENAL
Julia Otxoa

   En una de las salas de la Bienal de Venecia abarrotadas de público y medios de comunicación, la artista explicaba su proyecto de performance múltiple.
   Mientras la escuchábamos, en el interior de nuestros oídos, sus palabras se hundían más y más en lo oscuro. Su expresión densa y pegajosa se adhería con fuerza a nuestros sentidos dejándonos marchitos, como bajo el influjo de una poderosa succión que nos vaciaba de toda energía, de toda posibilidad de comprensión. Despojados de toda estructura, nuestros cuerpos quedaban reducidos a nimia materia ausente deshaciéndose en el fondo de un armario.
   Frecuentemente en este tipo de actos ocurría que la artista transportada hacia las alturas por lo sublime de sus pensamientos, traspasaba el techo para perderse grácil entre las nubes, mientras nuestros ojos vacunos seguían su ascenso hasta notar sobre nuestras cabezas el excremento de ilegibles aves, entonces, el acto tocaba a su fin y la mayor parte de nosotros regresábamos a nuestros hogares manchados por el peso de nuestra ignorancia.


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CARPETAS
Julia Otxoa

   Cuando Elisa pidió a su esposo, el día del aniversario de su boda, la opinión sobre aquellos quince años pasados juntos, a Juan le fue totalmente imposible volver de aquel lejanísimo tiempo, en que preguntas como aquella hubieran podido tener algún sentido. De aquel lugar casi prehistórico de su memoria, en que constató y asumió como una calamidad más de su vida, que vivía, y que probablemente viviría por el resto de sus días, con una perfecta extraña. Elisa miraba a Juan volviéndose a medias desde el fregadero. Era obvio que esperaba su respuesta. Él, venciendo un súbito e intenso ataque de terror, se levantó precipitadamente de la mesa en que comía, alegando haberse olvidado unas carpetas dentro del coche. Cuando Juan volvió, Elisa ya no recordaba en absoluto que hace unos pocos minutos era una esposa junto a un fregadero, esperando una respuesta.