UNA DE DOS
Ángeles Mastretta
Lucía miró a su marido dormitar en un sillón. Despertaba a ratos, la miraba y sonreía como desde otro mundo. En una de esas pestañadas ella le dijo con toda suavidad:
—¿Sabes? Cuando uno de los dos se muera yo me voy a ir a Italia.
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PERDER LA CABEZA
Nunca entenderé como hay hombres que pierden la cabeza por una mujer -meditaba Juan en las sombras– mientras Salomé le sacaba brillo a una bandeja de plata.
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EL PROFESOR
Jean-Paul Richter
Un pobre profesor que quería ser director adjunto ha terminado casándose con la hija de su superior, a quien ama por conveniencia; pero en los antiguos poemas que les explica a sus alumnos encuentra muy útil ese anhelo de amor infinito que no existe aquí en la tierra.
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DESPECHO
Andrés Neuman
A
Violeta le sobran esos dos kilos que yo necesito para enamorarme de un
cuerpo. A mí, en cambio, me sobran siempre esas dos palabras que ella
necesitaría dejar de oír para empezar a quererme.
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ARMISTICIO
Juan José Arreola
Con fecha de hoy retiro de tu vida mis tropas de ocupación. Me desentiendo de todos los invasores en cuerpo y alma. Nos veremos las caras en la tierra de nadie. Allí donde un ángel señala desde lejos invitándonos a entrar: Se alquila paraíso en ruinas.
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TANGO
Mario Goloboff
Aquel hombre bebió para olvidar a la mujer que amaba, y la mujer amó para olvidar al hombre que bebía.
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SIN TÍTULO
Carmen Leñero
La empatía entre los cuerpos lleva a una inercia de imitación: cuando salíamos apresurados del hotel, a media tarde, traías uno de mis aretes puesto.
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TODA UNA VIDA
Beatriz Pérez-Moreno
Lo vio pasar en un vagón de metro y supo que era el hombre de su vida. Imaginó hablar, cenar, ir al cine, yacer, vivir con él. Dejó de interesarle.
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EL ENGAÑO
Marcial Fernández
La conoció en un bar y en el hotel le arrancó la blusa provocativa, la falda entallada, los zapatos de tacón alto, las medias de seda, los ligueros, las pulseras y los collares, el corsé, el maquillaje, y al quitarle los lentes negros se quedó completamente solo.
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LA CUERDA FLOJA
Tú tiras hacia ti cada vez con menos ganas y yo, para qué engañarnos, ya no agarro de la cuerda como antes. Yo prefiero imaginarme volando en solitario, amputado de ti, abalanzándome sobre esa otra vida que adivino en el vacío.
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